Vivimos en una cultura altamente visual: se nos presentan impresiones e imágenes representativas cientos, si no miles, de veces al día, a menudo hasta el punto de sobrecarga sensorial. El impacto de estas imágenes visuales resuena en cada faceta de nuestras vidas, contribuyendo a cómo interactuamos e interpretamos el mundo que nos rodea; da forma a nuestras opiniones, producción creativa y deseos. Las imágenes también sirven claramente como una fuerza impulsora detrás de nuestras decisiones sobre qué comprar, qué creer, qué valorar, adónde ir y qué personas y relaciones valen nuestro tiempo y energía. Las imágenes persuasivas más utilizadas son, sin duda, las relacionadas con el sexo. Las imágenes sexuales y sensuales abundan en comerciales, videos musicales, programas de televisión, películas convencionales y en la web. Ignorar la influencia intrigante, sugerente y excitante de estas imágenes es casi imposible... pero, lo que es más importante, ¿por qué deberíamos hacerlo?
El sexo dentro y fuera de la película impulsó directamente el desarrollo de la tecnología de video privado para las masas, incluidos los reproductores de VCR y DVD; y, en las últimas décadas, Internet ha hecho que las imágenes sexuales sean más accesibles instantáneamente que nunca. Sin embargo, por mucho que se discuta, denuncie y satanice, las imágenes de sexo (en películas, televisores, pantallas de computadora y ahora en dispositivos móviles) son una faceta cotidiana cada vez mayor de la cultura moderna.
El sexo, la desnudez e incluso las insinuaciones siempre han sido temas muy polémicos del discurso y el debate público. De hecho, a lo largo de la historia de la legislación de “imagen en movimiento” no solo ha dictado lo que los cineastas pueden crear legalmente, sino que también ha ordenado lo que a la gente se le “permite” ver. Aquellos que consideran el tema como obsceno o inmoral han editado, censurado, prohibido e incluso destruido películas con contenido sexual. Action: Sex and the Moving Image examina la controvertida historia del sexo y la imagen en movimiento durante más de 150 años, presentando todo, desde sutiles metáforas sexuales en películas convencionales como Drácula (1931) hasta escenas de sexo no simuladas en películas financiadas de forma independiente como Sweet Sweetback's Baadasssss Song (1971), desde las películas de "sexploitation" de la década de 1950 hasta la era "porno chic" que hizo legendarias a Deep Throat (1972) y Debbie Does Dallas (1978), desde la aparición/aceptación de la pornografía del mismo sexo hasta porno “casero” de celebridades contemporáneas como One Night in Paris (2004). Usando múltiples pantallas y cajas de luz, esta exposición expone las imágenes sexuales más influyentes y provocativas captadas por una cámara cinematográfica.